2012
Campanotto Editore

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Plasmar en metáforas gráficas la materialidad del acto poético, despojar del rigor arquetípico la experiencia narrativa, establecer una alianza de mutuas diferencias entre íconos y poesía despojando al “yo lírico” de su sobre valorización académica, construir una narrativa sin la contaminación “sintáctico-semántica” en línea genealógica del tribalismo metodológico de todos los diversos movimientos de los últimos siglos, he aquí la gran búsqueda de la poesía visual en que se enmarca esta propuesta.

La poesía visiva ha sido hasta ahora, con pocas excepciones una poesía ilegal para el mundo editorial, el cual se ha caracterizado por no querer promoverla ni editarla sacrificando en defensa de la vulgarización de las tradiciones el despliegue de las innovaciones que vienen generando esta escenografía alternativa que se expande geográficamente de continente en continente.

Gracias a los esfuerzos mallermeanos y desde luego Apollinaire y Ezra Pound posteriormente, se avanzó históricamente en destacar el elemento de “inspiración gráfica” y su redención y presencia en la poesía moderna, incorporando desde la música, la caligrafía,la fotografía, la video-instalación hasta la actual poesía sonora en esta tendencia.

La historia comienza a mostrar la posible coexistencia entre “poesía formal” y “poesía gráfico-visiva”: “Poesía para ser vista” decía Mallarmé o como lo acotaba recientemente el gran crítico italiano de la “Nueva Visibilidad” Lamberto Pignotti: “La no representatividad del universo sino la manifestación del acto visual”, buscando específicamente esta última a prescindir del “discurso metódico” otorgándole una identidad icono-gráfica al “paisaje interior” del que han vivido todas las escuelas anteriores. Observamos que la visión de esta tendencia se trata no sólo de escribir poesía, sino de retratar el “acto poético”.

Bartus Bartolomes

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