Desde su vocación básica figurativa, la pintura ha convertido las imágenes vistas en imágenes para ser vistas. Esto marca con racionalidad, cualquier imagen pintada porque la vista es más cerebral de los sentidos y porque en el caso concreto de la pintura, se ha gestado por miles de años una reflexión sobre sus formas y una correspondiente vocación estética. Esta enunciación viene a cuento porque a ese nivel basal en el acto plástico se instala la búsqueda de Bartolomé Sánchez (Bartus Bartolomés). que está exhibiendo una obre serigráfica en la Galería de la Biblioteca Bolivariana de Mérida.
Sánchez trabaja su discurso con los sentidos más salvajes, el tacto y el olfato. Así, las Necrotomías son traducciones en imagen del olor de las cremaciones rituales percibidas desde los puentes de la ciudad de Benares, en la India. El resultado es un colo aquavérdeli puesto al lado de un azul denso en una figura final que recuerda un pájaro negro al cual alimenta metódicamente, con puntos de colores, un insecto. Esta legibilidad (“un pájaro”, “un insecto”) habla por cierto de que las percepciones no pudieron escapar, en instancia última, a una cierta codificación figurativa, de que cualquier acto despierta en el cerebro una imagen, un poco en la línea en que dice Borges que cuando leemos “sonaba un violín” no nos imaginamos el fino sonido sino el pequeño instrumento de madera.
En la imagen Permanece el argumento es de significación erótica, pero acaso más importante que ello sea el juego de técnicas mixtas y fotomontaje, y más aún la atmósfera de fantasía elegante, poco común en el arte venezolano. En general, en estas serigrafías hay un uso del color que está en polémica con el diccionario plástico clásico y contra el uso simbólico asignado tradicionalmente a cada color.
Además de la muestra en Mérida, otras colecciones de este artista las Transparencias Icónicas, están exhibidas actualmente en el Studio Campanotto, de Udine, Italia, y uno de sus diseños ha sido reproducido en el libro Figure-Scriture, de Lamberto Pignotti.
Por G. Pérez Rescaniere
3 de Marzo de 1989.
Diario El Nacional. Caracas, Venezuela.